El glaciar Témpanos, nuevo terreno de juego para los espeleólogos y científicos de Centre Terre, ha captado toda nuestra atención durante 7 días. Es muy poco tiempo para poder comprender su funcionamiento, o bien explorar todos sus sumideros («molinos») de ríos de superficie (los «bédières») y cuevas subglaciales, pero queda claro que Centre Terre debería regresar para continuar esta interesante exploración del Gran Hielo Patagónico…
Esta semana termina a lo grande con el descubrimiento de un gran sistema subterráneo en el mismo frente glaciar. La ayuda y apoyo logístico de CONAF, administrador del Parque Nacional Bernardo O’Higgins, han contribuido al éxito de este primer reconocimiento a tamaño real. El uso de la guardería del Témpanos, situada justo enfrente del glaciar, la presencia de Aliro Vargas, uno de los guardaparques y su conocimiento del terreno, su amabilidad y eficiencia, así como la ayuda de su bote rígido, han jugado un papel decisivo en este éxito.
Por numerosas razones, las circulaciones de agua en el interior de un glaciar se parecen a los fenómenos observados en nuestros “glaciares” de mármol de las islas Diego de Almagro y Madre de Dios, que llevamos explorando desde 1995. Se trata de las «convergencia de formas» que tanto gustan al Profesor. La diferencia fundamental es que el agua hace que el hielo se derrita aportando calorías al exterior, mientras que la caliza se diluye por la acción química de las aguas de lluvia acidificadas por el CO2. La primera crea fenómenos subterráneos fugaces, mientras que las cavidades formadas en la caliza son perennes.
Todos los días, ya fuese del lado sur como del lado norte del glaciar, los equipos han forzado el ritmo y las últimas jornadas han dado resultados espectaculares y prometedores.
Uno de los objetivos de nuestros tres espeleo-buzos, Mowgli, Laurent y Loïc, es bucear en los “agujeros azules”. Estos lagos superficiales, de un color azul casi irreal, se forman por el pinzamiento del fondo de las fallas del glaciar, lo que les proporciona estanqueidad. Los alimenta y desagua un bedière…
El 17 de enero, acompañados de Stéphane y de Serge, salen a la zona norte a explorar el Lago Azul, localizado el día anterior.
Laurent alcanza el fondo de la falla a una profundidad de 11 metros. El ancho máximo es de uno a dos metros, por 15 metros de largo. Observa burbujas de aire atrapadas en el hielo y acumulaciones de varvas glaciares y cenizas volcánicas.
Lo más sorprendente es encontrar animales vivos en estas aguas, que tienen una temperatura cercana a los 0 °C. Se trata del famoso Dragón de Patagonia. Este plecóptero (de uno a diez centímetros de largo), Andiperla Willinki, es la única especie del género Andiperla. Adaptado a condiciones extremas, puede respirar tanto en el aire como en el agua. A diferencia de las otras 600 variedades de plecópteros, conserva sus branquias anales juveniles en edad adulta para adaptarse a la vida dentro y sobre el glaciar. Durante los siguientes días encontraremos numerosos especímenes que filmaremos y fotografiaremos en detalle. Excepcional lección de adaptación de la vida a condiciones extremas.
Esta salida también permite prospectar la zona. A poca distancia hay otro lago que queda bautizado como "Tic y Tac" y varios molinos que, desgraciadamente, son muy estrechos. Sin embargo, ven una espléndida cascada que cae en picado de la montaña situada en el flanco oeste del glaciar. En el punto donde las aguas se pierden al contacto con el glaciar, descubren una entrada de cueva de un azul cuya intensidad permite intuir su profundidad. La llamarán cueva del Mundo Ideal. En la base de un resalte rocoso, llegan a una gran sala. El techo presenta amplias cúpulas de hielo. Es el palacio de los mil y un hielos. Cada cúpula refleja sus luces que danzan la jiga.
En la base de la sala, por una estrechez, se accede a una segunda sala. El techo es bajo, pero también tiene marcadas amplias cúpulas. No es necesario encender la frontal. La azulada luz atraviesa el hielo translúcido. La luz del día, incluso con el cielo gris, penetra a más de 50 metros de profundidad al interior del glaciar.
¡Y sigue bajando! Se suceden pequeñas salas circulares. El suelo, repleto de bloques de granito inestables, presenta una pendiente constante por la que circula el agua de la cascada. Con todo, avanzan hasta llegar a un desarrollo de unos 60 metros por una profundidad que estiman a 20 metros.
El 18 de enero, Serge, Loïc y Stéphane vuelven a salir a prospectar a la zona norte bajo un cálido sol. La exploración de la primera franja de hielo (de 500 metros de ancho) no da resultados. La siguiente franja (de unos 100 metros) ofrece algunos molinos y, más allá, encuentran una extensión de hielo compacto. Los molinos observados no son penetrables. ¿Quizás haya que regresar a finales del verano austral? El molino más profundo explorado a la fecha se descendió el 15 de enero en el sector norte. Bautizado como "Salud", se trata de un pozo mojado con un caudal de 20 litros por segundo. A 20 metros de profundidad, el agua es absorbida por una estrechez impenetrable.
Estas circulaciones en el interior del hielo reaparecen en las cuevas subglaciales bajo la forma de pequeñas cascadas que brotan por las paredes. Estas observaciones permiten comprender que la masa del glaciar no es, para nada, compacta. Fisurado por fuertes presiones – que tanto comprimen como alargan el hielo- y cortado por los molinos en la superficie, el hielo pierde su masa a gran velocidad al acercarse al mar.
Marius nos explica que un glaciar está compuesto de tres partes: en altura se encuentra la zona de acumulación, donde los 20 metros de nieve anual se transforman en hielo; luego, está la larga zona de transferencia, de pendiente suave, donde no hay mucho deshielo; y finalmente, la inexorable caída hacia el mar, donde el glaciar pierde peso rápidamente, tanto en la superficie como en el interior. La enorme lengua de hielo se va deslizando hacia el final del valle. Gracias al trabajo de nuestros compañeros glaciólogos, hoy conocemos a qué velocidad: ¡80 centímetros al día! 300 metros al año…
Ese mismo día, el equipo de cine (que llegó el día anterior a bordo del Don Arturo) se pone manos a la obra con las secuencias del glaciar. Aliro lleva a Bernard, Natalia, Lionel, Richard, Gilles, Christian y Luc al desembarcadero norte del glaciar. Los personajes del film que Gilles ha escogido para las secuencias en el glaciar son el Profesor (Richard), Natalia y Lionel, en el papel de joven galán. Los seguiremos por los rincones del glaciar. Esta secuencia se rueda en la parte inferior del glaciar, en una zona que presenta una evidente similitud visual con los lapiaces de Madre de Dios.
Los buzos empezaron el 18 de enero una serie de inmersiones a la búsqueda de colonias de corales. Los buzos se encadenan entre 20 y 34 metros de profundidad. La sedimentación es relativamente importante en esta zona y, por ello, la vida marina es poco variada. El 19 de enero, Loïc y Mowgli se unen a los buzos anteriores en una nueva exploración de los fondos submarinos. Se decide intentar suerte en puntos de la isla Williams, pasado el canal Messier. Pero el canal está embravecido y el capitán del Don Arturo emprende el regreso. El Messier está orientado siguiendo el eje del viento dominante. Por ello, se pueden formar grandes olas rápidamente. Al regresar, Mowgli prueba suerte en una zona del Iceberg. Una suave pendiente fangosa lo lleva a una profundidad de -14 m, escasa en vida y diversidad. Está claro que no hay nada interesante.
Se acomete un reconocimiento del fondo marino a los pies mismos del glaciar Témpanos. Un descenso a -27 m parece que promete. El 20 de enero, regresan a esta nueva zona para realizar una nueva inmersión más larga y profunda. Los sedimentos vehiculizados en masa por el glaciar, como la «harina» y las varvas glaciares procedentes de la abrasión por el hielo de las rocas encastadas de granito, acaban depositándose en el seno. Cyrielle, nuestra joven bióloga, observa la presencia de una vida marina más rica allí donde hay una pared submarina que ha permitido la colonización de estos nuevos espacios liberados por el glaciar en retroceso. Pero, de los corales, ¡ni rastro!
Sobre el glaciar se rueda la segunda sesión de cine con Natalia, Lionel, Richard, Bernard, Luc, Gilles y Christian. Durante la marcha de aproximación, encontramos el esqueleto de un huemul. Bernard recordaba haberlo visto en abril durante el breve reconocimiento realizado en el sector. Cerca, encontraron las heces de un puma. Una historia de lo más usual: puma se come huemul… Lo más curioso es que los guardaparques nunca han visto un puma en este sector.
El huemul (Hippocamelus bisulcus) es un cérvido con un tamaña entre el de un corzo y un ciervo. Bajo protección desde hace décadas, la presencia del ser humano no lo llega a asustar y su zona de fuga se ha reducido considerablemente. Aliro, quien había observado uno cerca de la cascada, guía a Luc, que puede filmar un huemul hembra durante más de una hora a unos diez metros de distancia. Bello momento de encuentro pacífico…
El huemul es endémico de la Patagonia y se encuentra desde el paralelo 38 (región del Bio Bio) hasta la Tierra del Fuego. Su población había disminuido en 80%, situándola en la lista de animales en peligro de extinción.
Hace 20 años, en el valle situado frente al Témpanos, quedaba solamente una hembra. Se introdujo un macho. Bajo la vigilancia de los guardaparques, esta pareja ha tenido una bonita descendencia. En el recuento de julio de 2018, se contabilizaron 20 ejemplares. Al escuchar a Aliro, se adivina el legítimo orgullo que sienten los guardaparques por haber contribuido a salvar una especie considerada, junto al cóndor, «patrimonio nacional» de Chile.
17 de enero. Nuestros amigos glaciólogos Marius Schaefer, Masahiro Minowa y Shuntaro Hata habían decidido continuar con el estudio de la zona sur del glaciar. Dada la distancia es necesario instalar un campamento. Natalia y Arnaud van y vuelven el mismo día para ayudarlos a llevar el material de acampada. La tienda se instala en un idílico lugar al borde del glaciar, una bella pradera situada frente a una amplia cueva glaciar.
El programa científico prevé una experiencia original: medir, mediante un sistema de radar portátil, el espesor del hielo a través de la parte llana del glaciar.
Prevén quedarse hasta el 20 de enero, pero la fuerte lluvia del 19 de enero les obliga a un regreso anticipado. El pequeño torrente, que se suele pasar sin problemas, baja con furia y el agua llega hasta la cintura. Aliro va a buscarlos. Están empapados pero encantados. El campamento avanzado se deja montado. Se prevé realizar una prospección subglacial de la zona en cuanto el clima lo permita…
Tal y como se relató en la crónica del 20 de enero, reinan condiciones apocalípticas. Como el tiempo había sido excepcionalmente clemente hasta ese momento, se esperaban una jornada soleada. Pero llueve desde el día anterior. Es una lluvia fina, continua, alimentada por las masas de nubes negras que desfilan en las alturas. Todas las cascadas están en crecida y, en los lugares más insospechados, aparecen caídas de agua.
El 21 de enero, Denis, Arnaud, Laurence y Florian salen a las 15h para pasar algunos días en el campamento avanzado. Tardan una hora en cruzar el torrente en crecida que fluye por el valle. Son las 20h cuando llegan al campamento avanzado y, a 10m de la tienda, descubren un lago en el lugar donde antes estaba la entrada de la cueva. Es decir, ¡unos 55 metros de entrada en carga! Duermen mientras cae la tormenta y, por la mañana, el lago empieza a descender. Un gran bloque de 20 metros de ancho se desprende de la entrada mientras desayunan y crea una mini corriente de marea.
Prospectan unos 2-3 km sobre el glaciar hacia el sur. Marcan los puntos GPS y exploran pequeñas cavidades en el hielo. Cuando llegan al campamento al atardecer, el lago se ha vaciado por completo, dejando al descubierto la cueva subglacial. Vía libre para explorar, pero los grandes estruendos indican que el glaciar está en movimiento, el hielo vibra y el sifón terminal muestras los reflujos del agua. Salen a toda prisa…
El 23 de enero se desmonta el campamento y regresan al refugio de CONAF sobre las 16h.
El 22 de enero, mientras que el equipo de cine se dedica a explorar un molino glaciar, Bernard y Stéphane se dedican a hacer un reconocimiento de las resurgencias que brotan bajo el glaciar sobre el nivel del mar. Hay una que destaca por su tamaño y a la que acceden descendiendo un molino glaciar, situado sobre un lago subterráneo por el que circula un enorme caudal. Es evidente que se trata de un complejo sistema compuesto por varias entradas, sumideros, resurgencias y molinos…
Al día siguiente, Natalia, Lionel, Serge y Stéphane salen para proseguir con la exploración. Marcan varias entradas en GPS. El caudal es enorme, el hielo cruje por todas partes. No es el lugar ideal para quedarse mucho rato. El lugar es excepcional por los colores, volúmenes y formas. En una parte fósil, sin circulación de agua, pueden hacer espeleología, aunque algo particular: una amplia sala donde el suelo es de granito y el techo, de hielo. Remontando el lateral del glaciar, encuentran el molino: es un pozo circular de dos metros de diámetro y que da al techo de una gran sala. El suelo de la sala lo invade un furioso río. Este sistema del Complejo Témpanos es un resumen perfecto de los que podemos encontrar bajo el hielo de este glaciar. En total, se topografían 200 metros de conductos y es estima que queda el doble sin topografiar; se trata de la cavidad más larga y profunda explorada por la misión Témpanos 2019.
El 23 por la mañana se inicia el complejo movimiento de barco finamente orquestado por Natalia y Bernard. Como somos muchos, el Don Arturo debe realizar dos desplazamientos. Diez de nosotros embarcan a las 11h rumbo a Puerto Edén. A las 17h los reciben los guardaparques Héctor y Guillermo en la guardería de CONAF, mientras que la embarcación regresa al Témpanos a buscar al resto del equipo, que llegará a Puerto Edén el 24 por la mañana.
En este pequeño poblado, compuesto de casas pintadas de variopintos colores y situado a orillas de una pequeña bahía de la Isla Wellington, no hay vehículos, sino embarcaciones de pesca artesanal. El desplazamiento se realiza a pie por las pasarelas que bordean el mar.
En este lugar habita una parte de los últimos Nómadas del Mar, el pueblo Kawésqar. Tenemos una reunión con Gabriela Paterito, la anciana. La apasionante entrevista entre Bernard y Richard con Gabriela, Raúl Edén y su hija María Isabel dura dos horas. Esta memorable y emocionante secuencia, repleta de informaciones nuevas, es fruto de la relación especial que Centre Terre ha desarrollado con esta comunidad desde 2006. El descubrimiento de la Cueva del Pacífico y las pinturas rupestres, reavivaron el pasado de sus ancestros, a menudo descritos como patanes sin expresión artística.
Regalamos a Gabriela y Raúl una impresión de los retratos que hicimos de ellos en el Barros Luco en 2008 y, a cambio, María Isabel nos reserva una sorpresa: nos muestra la bandera de su comunidad. Tras su visita a la Cueva del Pacífico, organizada por Centre Terre en 2008, quisieron crear una bandera para simbolizar su comunidad y su pasado. La bandera representa, en un fondo tricolor (el verde del bosque, el blanco de la nieve y el azul del cielo), un antropomorfo puntiforme que representa a su pueblo y un sol anaranjado, ambos elementos directamente inspirados en los motivos pintados en la Cueva del Pacífico.
Al día siguiente de madrugada, Cyrielle, Yannick, Mowgly y Bernard se hacen a la mar en la bahía de Puerto Edén para bucear en busca del pecio de un barco de 60 metros que transportaba carbón. Loïc se encarga de la seguridad desde el barco. Las cumbres circundantes están cubiertas por la nieve que ha caído esa noche… Se llevan una gran sorpresa cuando, durante su navegación, se cruzan con una familia de orcas en plena caza, y esto, a menos de cien metros de las zonas habitadas más cercanas.
El 25 por la tarde, henos navegando descendiendo el Brazo Norte. El 26 pasamos la noche en el fondo del estero Egg. La operación «Paso del Indio» debería iniciarse esa misma tarde, pero el tiempo no acompaña. El 27 por la mañana, dieciocho personas transitan desde el estero Egg (al norte de la isla Madre de Dios) al fiordo Barros Luco, usando la ruta ancestral «paso del Aceite», tal y como lo nombró Gabriela.
Un lago, inundado en marea alta, comunica su extremo sur con un lago superior. Al final de este segundo lago, basta marchar unos 10 minutos para poder superar un collado que comunica, del otro lado, con el seno Barros Luco. Anteriormente, se habían posicionado zodiacs ligeras para poder transportar las mochilas, mientras que el resto del equipo se desplaza a pie siguiendo el borde del lago. Del otro lado, los compañeros de la cabaña, Sylvain y Georges, Jean-Marc y Clément nos esperan con dos C5 Bombard… Brum… Brum… algo menos de una hora y varias olas de mar contra la cara, llegamos a la cabaña.
¡Por fin en Madre de Dios, con su caliza y su clima tan… particular!
A mediodía, y para sorpresa de todo el mundo, el Don Arturo asoma por el seno. Ha aprovechado una mini ventana meteorológica para llegar a la base de la cabaña, así que, esa noche, los 30 estamos reunidos en la cabaña.
Los reencuentros son emocionantes. Todos recuentan sus historias, sus alegrías y exploraciones. A partir de ahora, el equipo de Centre Terre está reunido. Se definen los objetivos y, si el clima, que se está ensañando con nosotros, lo permite, al día siguiente se retomarán las operaciones en el karst de Madre de Dios…
Del 20 al 27 de enero de 2019 somos solo 10 los que convivimos en el campamento base del Barros Luco, que se construyó pensando en 20-25 personas. Por ello, disfrutamos de un cierto confort, aunque este confort es relativo, porque las condiciones meteorológicas no son buenas y aprovecharemos algunos días sin lluvia para avanzar con los trabajos. De hecho, trabajo no falta: seguir con la instalación de la cabaña; las exploraciones espeleológicas; y los estudios científicos.
En el campamento base, Sébastien y Sylvain no escatiman horas. Hemos conseguido alcanzar un nivel de confort correcto, pero falta construir la extensión. El objetivo no es ampliar la zona habitable, sino construir una zona complementaria de 16 m² del lado sur, al abrigo del viento del norte. En esta área, hecha de madera y planchas, podremos almacenar las botellas de gas licuado, la secadora, las herramientas y las prendas “húmedas” de todos: cubrepantalones, chaquetas, botas… Ese mismo día, el resto del equipo parte con los dos Bombards a localizar el “paso del Indio”. Este paso, de unos cien metros de longitud y de varios metros de desnivel, es un pasaje fácil entre, al oeste, el Barros Luco y su prolongación, el Brazo Lastarria y, al este, el estero Egg. La idea de Bernard es aprovechar este paso para asegurar la transferencia de los equipos: ya sea del que regresa del glaciar o bien del relevo entre los equipos de enero-febrero. Balizamos el camino y nos aseguramos de que quede practicable incluso con mochilas pesadas. De regreso, nos adentramos en el seno Lastarria. Algunos localizan bocas, que, desgraciadamente, no tienen continuación. Stéphane, Charlotte y Jean Phi aprovechan para hacer un levantamiento batimétrico. Regresaremos para la extracción de testigos. Al día siguiente, el 21 de enero, pagamos el precio de la bella jornada anterior. Llueve. Todos hacen reparaciones en la cabaña y avanzan en dos o tres cosas. Georges se pone a hacer pan y le queda de miedo.
De nuevo se nos presenta un día que podríamos denominar «correcto». Sébastien y Sylvain continúan el trabajo en el campamento base. Acaban la extensión y construyen las plataformas complementarias para las tiendas. El resto del equipo se dirige a un sector que queda frente a la Punta Blanca y que bautizamos como la Punta Negra por el color de la roca. En 2017, se había localizado una entrada y eso nos anima. Pero no logramos localizarla. Un poco más hacia el oeste, observamos una mini-vertiente. Jean Phi y Clément entran, pero se obstruye al poco. Continúan y llegan a vías superiores donde localizan una emergencia kárstica con potencial. Habrá que volver. Más abajo, Jean-Marc, Laurent, Charlotte, Georges, Bertrand y Stéphane prospectan y exploran tres pequeñas cavidades de unos treinta metros de desarrollo, pero sin continuación evidente.
Temporal. El viento arrecia durante la noche y ha llovido sin tregua. Se anuncia un mal día, a lo que nos resignamos con los primeros sorbos del café de la mañana. De repente, Laurent llega alarmado. Una de las tiendas de ocho plazas está en peligro: el viento ha arrancado la mitad. Demasiado tarde. La furia de Ayayema se ha ensañado con ella y ha perdido su estanqueidad. Queda irrecuperable, de modo que el equipo la desmonta.
El tiempo mejora un poco. Llueve, así que la más mínima interrupción es como un bálsamo que aprovechamos con ganas. Jean-Phi, Charlotte y Clément optan por realizar un transporte de material hacia el campamento Sumidero que tenemos previsto reactivar. En esa zona, hacia los 300 m de altitud, quedan por explorar sumideros kársticos y sabemos que será un lugar de rotación de varios equipos. Cerca del campamento, Stéphane y varios otros testean la extracción de varios testigos directamente de las turberas. El objetivo es hacer un levantamiento de las secuencias de depósitos para estudiar estos archivos sedimentarios. Al día siguiente, se intenta una maniobra similar, pero más ambiciosa.
Charlotte, Laurent, Jean-Marc, Bertrand y Stéphane vuelven al Brazo Lastarria. El levantamiento batimétrico efectuado los días anteriores ha permitido entender la geomorfología de este sector, donde se han detectado puntos bajos a -95 y -65 m. Se prevé una extracción de testigos para estudiar los sedimentos que se han acumulado en el transcurso del tiempo. El primer intento no da resultados porque el viento nos lleva a la deriva. Finalmente, más cerca de la orilla y anclados, conseguimos hundir la barrena. Tras una hora de martilleo, sacamos contentos un testigo de 1,8 metros de altura. Al equipo se les unen Sébastien, Sylvain, Jean-Phi, Georges y Clément, quienes han salido a explorar la boca localizada en 2017 y situada no muy lejos de la cueva de las Tres Entradas Más Una. Van más equipados para hacer una escalada de 30 metros. Tras llegar al lugar y media hora de travesía de bosque, descubren una gran entrada en la vertical superior. A la derecha, se dibujan otras entradas, que conforman la cavidad que denominan Cueva de las Cuatro Entradas Más Una, un simpático guiño a las exploraciones realizadas hace dos años. Se realizan varias escaladas que se interrumpen cuando las baterías del taladro se acaban. Charlotte, que se ha acercado al lugar, identifica las concreciones (estalagmitas). Se decide tomar una muestra dado que no estamos seguros de regresar al lugar.
Esperamos al equipo del glaciar, que debería llegar durante el 26. Pero las condiciones meteorológicas no dejan de empeorar y, a mediodía, llega la noticia: no llegarán a tiempo al paso del Indio. La maniobra de transferencia de los equipos se deja para el día siguiente temprano con el objetivo de aprovechar una breve ventana meteorológica. A las 5h de la mañana, Bernard llama el equipo y, a partir de las 7h, los Bombards están de camino. Habrá que hacer dos trayectos de ida y vuelta con dos C5 para poder finalizar el traslado de todo el mundo.
Ahora somos 30 en el campamento base. Reina un ambiente excelente, pero no dejamos de extrañar la semana en que éramos solo 10, un simpático y excepcional paréntesis en la expedición. A partir de ahora, con 30 personas, la organización y gestión de los equipos se torna más compleja, pero también será más rica…