En el contexto de la preparación de la expedición de Centre Terre prevista para enero y febrero de 2019, este reconocimiento perseguía varios objetivos:
- escoger entre los glaciares Pío XI y Témpanos como destino del equipo que, el próximo año, se encargará de la parte exploración glaciar de la expedición. Este equipo descenderá molinos (las simas donde se precipita el agua de deshielo que circula por la superficie de los glaciares);
- verificar el buen estado de la base construida en 2017 en la costa del seno Barros Luco, base que se reutilizará en 2019;
- cumplir con un compromiso contraído con el equipo de la productora CAPA y Céline Cousteau para unas tomas con ella sobre y bajo el hielo;
- reunirnos con las autoridades chilenas a quienes conciernen nuestras investigaciones en los archipiélagos de Patagonia.
El reconocimiento incluía una agradable parte en terreno y una parte oficial más formal, pero igualmente indispensable. Se desarrolló del 3 al 20 de abril y participaron cinco miembros de Centre Terre: dos chilenos, Natalia Morata y Marcelo Agüero; y tres franceses, Bernard Tourte, Denis Morales y Michel Philips. Para Michel era una pequeña revancha por su mala experiencia de 2017 con la caída y, luego, la amibiasis que lo abatió.
El 3 de abril, Bernard, Denis y Michel se encontraban por la noche en el aeropuerto de Madrid y, de ahí, ponían rumbo a Chile. Por la mañana, tras un vuelo sin novedades, los tres franceses se reunían con Natalia y Marcelo en el aeropuerto de Santiago. El equipo al completo tomaba en seguida el vuelo hacia Punta Arenas, donde aterrizaron a primera hora de la tarde.
Comienzan dos intensos días de reuniones protocolarias. A los 30 minutos de aterrizar (!), el equipo se reúne con el nuevo Intendente de la Región de Magallanes y Antártica Chilena, Christian Matheson Villán, con quien sostienen una agradable y provechosa reunión. Luego, con la Dirección de Desarrollo Regional, se exploran las opciones para doblar al español la película Patagonie, l’île oubliée (“Patagonia, la isla olvidada”), con vistas a su difusión en Chile.
Al día siguiente, el 6 de abril, se realizan más reuniones. Primero, con el Contraalmirante Comandante en Jefe de la III Zona Naval de la Armada y, luego, con la nueva Secretaria Regional Ministerial de Bienes en la XII Región, Francisca Rojas Philippi.
Finalmente, tras tres horas de ruta desde Punta Arenas, última reunión con CONAF (Corporación Nacional Forestal) de Puerto Natales con el objetivo de explorar opciones de colaboración durante la expedición UP2019 como, por ejemplo, la utilización de la guardería situada en el Parque Nacional Bernardo O’Higgins, muy cerca del glaciar Témpanos.
Por la tarde, al llegar al muelle de Puerto Natales, el equipo constata que el Cabo Philips, el barco que debería abordar esa misma noche para iniciar su periplo, les está esperando, sí… pero puesto en seco en el astillero. Marcelo, el capitán, les asegura que todo estará listo para el día siguiente. Está por verse…
No tardan en encontrar un hostal y el contratiempo con el barco no les impide pasar una buena velada en Natales… antes de embarcar para unas vacaciones en el mar…
El viernes 6 de abril, el barco se hace al mar. Estará listo a primera hora de la tarde. Se realizan las últimas compras antes de partir. Finalmente, acaban zarpando a las 23:30h dirección al Kirke para luego tomar los canales patagónicos, sentido norte.
Navegarán toda la noche y el día siguiente bajo una fina y perenne lluvia, pero con mar calma. Hacia las 21h arriban al muelle de Guarello, donde visitan a los responsables de la mina que tantas veces ha acogido las expediciones. El encuentro es, como siempre, muy cordial.
El 8 temprano se reemprende la navegación en dirección norte. Al final del día alcanzan su primer destino en el canal Grapler, cerca de la confluencia con el seno Eyre, al fondo del cual, en el cruce con el seno Exmouth, cruje el glaciar Pío XI. Este es el punto de encuentro con el Tiffara, el barco a bordo del cual viene Céline Cousteau. Ambos barcos se amarran juntos para pasar la noche. Es momento de presentarse ante el equipo de cine de CAPA y la tripulación del Tiffara.
El lunes se zarpa temprano para emprender las 3 horas de navegación que les separan aún de la masa de hielo. Se aprovecha el tiempo para preparar y coordinar los dos próximos días de grabación.
Como era de esperar, la llegada de los dos barcos, que navegan juntos hacia el glaciar, es impresionante.
Nada más encontrar un buen fondeo, un equipo de avanzada desciende a la orilla oeste del glaciar. Van resiguiendo el lateral de la mole de hielo, de la que los separa un enorme torrente. La progresión, que discurre por un bosque poco denso, es fácil. Tras poco más de una hora de marcha, encuentran un punto que permite superar el torrente y poner pie en el glaciar.
Ya solo quedan los últimos ajustes a los crampones para - ¡por fin! - iniciar la primera visita al Pío XI. Se progresa fácilmente. Encuentran simas interesantes, aunque un poco estrechas. El equipo de cine identifica algunas locaciones para el día siguiente.
Por la noche, el grupo al completo se reúne a bordo del Tiffara, cuyo nivel de confort roza el lujo comparado con la rusticidad del Cabo Philips… Pero el presupuesto, es el que es.
El martes 10 de abril, ambos equipos al completo desembarcan para grabar varias tomas de la serie Céline Cousteau, l’aventure continue (“Céline Cousteau, la aventura continúa”), programa que se estrenará el próximo octubre en la cadena francesa France 3. Se avanza lentamente porque hay que ir deteniéndose para que los cámaras puedan filmar.
El broche final a esta jornada de trabajo lo pone un pequeño molino que Bernard y Céline descienden. En su interior el hielo toma unos tonos de azul mágicos… Anochece ya cuando los equipos regresan a los barcos.
La mañana del 11, los equipos se separan. Han compartido dos días muy amenos.
El viaje de reconocimiento preveía inspeccionar la orilla norte del seno Exmouth para alcanzar el lado este del glaciar. La idea era desembarcar lo más cerca posible del glaciar, pero, a pesar del poco calado de la barca, la gran cantidad de sedimentos no permitían acostar. Finalmente, logran desembarcar bastante lejos del glaciar y avanzando un trecho con el agua hasta media pierna.
Resiguiendo la orilla, se alcanza una zona de ciénagas y una amplia extensión de cantos rodados parcialmente recubiertos de hierba. Del contacto del hielo con la pared fluye un gran torrente. El acceso por este lado no será fácil. Más arriba, la progresión por el bosque parece igualmente complicada…
Tras un almuerzo frugal a bordo del barco, esta vez el equipo se dirige hacia la orilla oeste del seno. No tardan en encontrar lo que andaban buscando: un lugar protegido donde instalar un futuro campamento, con un pequeño río que permite abastecerse de agua dulce.
Se da por concluido el reconocimiento del Pío XI. Se retoma la navegación en dirección sur con el fin de llegar a la ruta marítima principal que recorre los canales. En unas pocas horas de navegación en calma llegan a una caleta protegida situada a pocas millas náuticas al sur de Puerto Edén, donde fondean para pasar la noche. La preocupación sigue siendo que no se entrevé pronto ninguna ventana de buen tiempo que permita verificar las instalaciones del Barros Luco.
La mañana del 12 se zarpa temprano y, hacia mediodía, el equipo llega a las inmediaciones del Ventisquero Grande o glaciar Témpanos. El barco queda amarrado al pequeño desembarcadero que hay frente a la guardería de CONAF, situada justo de cara al glaciar. La vista es maravillosa. La casa es amplia y está bien equipada. Lástima que hace algunas semanas ha sufrido un robo. No obstante, se prevé que CONAF la vuelva a poner en funcionamiento. De hecho, sería un campamento base ideal para nuestra expedición.
Esa misma tarde se realiza un primer reconocimiento del acceso al glaciar. Por el lado norte, el acceso es fácil resiguiendo la base de una pequeña cascada. Tras algunos minutos de marcha sobre bloques resbaladizos, se accede a una lengua del glaciar con una suave pendiente, que no se sube al no ir equipados con crampones en esa ocasión.
De regreso a la barca de apoyo, se resiguen las paredes frontales de hielo, pero sin acercarse demasiado debido al peligro de desprendimiento inesperado de la cara frontal. Llegados a la orilla sur del glaciar y tras superar varias rocas y bloques de derrumbe, se accede a un valle verde que asciende en dirección a un collado. Es un buen acceso hacia la parte alta del glaciar, pero hay que calcular más de una hora de marcha.
El regreso es un zigzagueo constante entre los témpanos, que adoptan formas increíbles y que presentan el riesgo de volcarse al menor contacto. En 2019 habrá que tener presente este peligro.
Viernes 13… ¿habrá suerte? Sobre las 9 de la mañana, el equipo se pone en marcha hacia el acceso norte del Témpanos. En pocos minutos logran subirse al glaciar con los crampones puestos. Empieza con una suave pendiente que presenta pequeños molinos. Más arriba, la progresión se va tornando más dificultosa al llegar a una zona de caos de pináculos con paredes de gran pendiente y filos muy aéreos. Más allá, la superficie de hielo parece más amable, pero la prudencia aconseja el regreso para intentar rodear esta delicada zona por el norte. Efectivamente, al poco se llega a un sector que permite subir más fácilmente hacía la parte alta del glaciar. Pero el tiempo pasa volando y deciden descender algunos de los molinos que han localizado al subir.
Se instalan tres molinos. Todos son bastante estrechos y cae agua, por lo que no se bajan completamente. Para la expedición, habrá que prever lonas que permitan desviar el curso de las cascadas, aunque no cabe duda de que esta zona promete. Más abajo, casi en la base del glaciar, se localizan dos pequeñas marmitas de superficie, profundas y cristalinas. Las alimenta un pequeño meandro muy estético, excavado en pleno hielo. Se trata de una resurgencia de las aguas que circulan por el mismo hielo. Se remonta el meandro por unos diez metros hasta donde se pinza.
Se regresa bordeando el glaciar, resiguiendo la morrena lateral y superando bloques y un talud de grava, aunque hay que volver a ponerse los crampones para poder acceder al punto de inicio.
Llegan al barco por la tarde, para pasar la noche fondeados frente a la guardería de CONAF.
Se da por concluido el reconocimiento de los dos glaciares. La decisión está tomada: el próximo año trabajaremos sobre el Témpanos. Aunque esté más alejado de Madre de Dios, tiene más potencial desde el punto de vista de los molinos, la fauna y el paisaje.
El 14 de abril estaba previsto partir temprano rumbo a Puerto Edén, pero una avería del timón impide cualquier maniobra. Tras una reparación provisional, se reemprende la navegación y, a primera hora de la tarde, aparece a la vista Puerto Edén.
Aprovechando el paso por Puerto Edén, se decide visitar a representantes de la Comunidad Kawésqar residente en el lugar, pero en esos momentos no están en casa. También se realiza una visita al guardaparques de CONAF que vive en el lugar durante la temporada. La velada transcurre viendo fotos de fauna del Parque Bernardo O’Higgins: huemules, orcas, zorros, fauna marina y un sinnúmero de aves. Bellas fotos capturadas por este hombre durante 18 años en los más de 3 millones de hectáreas del parque…
Con la esperanza de encontrar la ventana meteorológica que permita acceder al frente pacífico para entrar al Barros Luco, el zarpe del 15 se realiza bien temprano. No obstante, aunque la navegación por los canales sea factible siempre, ese no es el caso en el océano. Se anuncia un nuevo temporal, otro como el que ha tenido bloqueado durante tres días en la entrada del canal Trinidad al buque mineralero de la CAP, una nave de 300 metros de eslora que esta mañana ha logrado finalizar su travesía hacia Guarello.
No hay discusión que valga. El capitán se niega rotundamente a aventurarse en el Pacífico. La avería del timón y su conocimiento imperfecto de los lugares son lo que lo motivan, además del tiempo que, en ese preciso instante, no es realmente malo. El capitán teme quedar bloqueado en el Barros Luco y es él quien manda a bordo. Este contratiempo es un problema y habrá que encontrar otro modo de verificar el estado de la base científica. Lo más probable es que se le pida ayuda al armador, que tendrá barcos faenando por la zona en mayo con motivo del inicio de la temporada del erizo.
Dado que se dispone de tiempo y de combustible, se decide aprovechar la oportunidad para hacer un reconocimiento de las franjas de caliza de la isla Duque de York. Hace años que se contempla una visita a este lugar, así que ¡esta es la oportunidad! Por la tarde, el equipo llega a destino. Un desembarco en Isla Blanca, seguido de una accidentada progresión por el bosque, les da una primera idea del lugar. Una vez más, ya es de noche cuando llegan al barco.
Lunes 16 de abril. El reconocimiento en Isla Negra comienza recorriendo en barca el borde costero de la masa de caliza que está separada, por un pequeño fiordo, de la gran franja principal calcárea que recorre Duque de York de norte a sur. Llueve. En pocos minutos descubren un alero de roca con huellas de animales, así como con una mandíbula humana y un fémur en el suelo. La arqueología es, claramente, un área reservada a los expertos chilenos, así que se mantienen a distancia sin tocar nada.
La prospección de este borde costero no aporta mayores descubrimientos, salvo el de un champiñón costero.
Tras almorzar a bordo para recuperar la temperatura después de una mañana bajo la lluvia, el reconocimiento prosigue por la orilla sur del fiordo, sobre la cual se encuentra la franja principal de caliza. Se trata de un filo defendido por abruptas paredes cubiertas de una densa vegetación. Queda claro que el lugar es de muy difícil acceso. Tras desembarcar en una playa, Bernard, Denis y Marcelo van a reconocer un collado situado en la cresta de caliza. Natalia y Michel suben más hacia la derecha, hasta el pie de la pared, en dirección a una boca vista de lejos. Tras una breve, pero complicada progresión por el abrupto bosque, llegan a la entrada. Efectivamente, se trata de una galería que se adentra en la montaña y de la que sopla corriente de aire. Esta galería es baja. Presenta numerosas concreciones y fistulosas muy inclinadas que marcan el sentido del viento, pero es accesible arrastrándose. Al cabo de unos 25 metros, desemboca en un río subterráneo que fluye sobre un lecho rocoso muy oscuro. La galería continúa y se convierte en un meandro tallado en la caliza blanca. Mide unos cuatro metros de alto por unos cincuenta de ancho. Deciden detener la exploración por falta de tiempo y porque el resto del equipo les espera en la playa bajo una persistente lluvia.
Por la tarde acceden al lago situado al otro lado de la franja calcárea, al oeste, pero no es más que para constatar que el acceso por este lado es -si cabe- más complicado aún.
No queda más que rendirse a la evidencia: la superficie de caliza de Duque de York es muy pequeña, defendida por abruptas pendientes densamente pobladas de bosque y no se ha localizado ni una sola cavidad de importancia. Queda claro que esta isla no es el prometedor objetivo que habían imaginado.
Nada más regresar al barco, se leva anclas rumbo a Puerto Natales. Tras navegar toda la noche del 16 al 17, sobre las 10h de la mañana se pasa el paso Kirke con la corriente en contra, pero con el viento a favor. A primera hora de la tarde y un día antes de lo previsto, se tira anclas en Puerto Natales.
El miércoles 18 a las 9h se visita de nuevo a los responsables de CONAF en Puerto Natales. Como la mira está puesta en el Témpanos, las instalaciones de que disponen frente al glaciar pueden ser de gran utilidad. Además, existe la posibilidad de que pongan su barco a disposición del equipo para una misión específica. La mañana concluye con una reunión con el principal armador con quien trabajaremos en 2019.
Al día siguiente, el 19 de abril, el equipo se reúne en Punta Arenas con Carolina Huenucoy, presidenta de la Comunidad Kawésqar Residente en Puerto Edén, antes de poner rumbo a Santiago, donde quedan las dos últimas reuniones.
El 20 de abril nos recibe en audiencia el Ministro de Bienes Nacionales de Chile, Felipe Ward Edwards, y, acto seguido, el nuevo Embajador de Francia en Chile, Roland Dubertrand.
Así finaliza un fructífero viaje de reconocimiento en Chile que nos ha permitido cumplir con todos los objetivos marcados, salvo la inspección de la base del Barros Luco… Pero ya encontraremos la manera de averiguar rápidamente la respuesta…