En los archipiélagos de Patagonia, es de inocentes creerse las previsiones meteorológicas a pies juntilla. La ventana meteorológica anunciada el día antes se cierra apenas abrirse. Sin embargo, hasta el momento, hemos superado todas las trampas a los viajeros. Una transición express del resto del equipo, que había llegado esa misma mañana, un pasaje por la policía de inmigración y aduanas sin problemas y, sobre todo, ¡no se ha perdido ni retrasado ninguna maleta!
Pero, pronto, nuestro gozo en un pozo. Al facturar el vuelo hacia Punta Arenas, cuatro miembros del equipo se quedan en tierra por culpa de un overbooking bestial del vuelo de Lan Chile. Los pronósticos son poco halagüeños… se nos habla de un vuelo al día siguiente. Los primeros que llegan a Punta Arenas sacan provecho al bus privado que los esperaba, van al contenedor para cargar algunos metros cúbicos de víveres que no cabían en el bus de la mañana; luego, regresan al aeropuerto, dispuestos a esperar un largo rato. Pero Bernard ha logrado que subiera a los «sobrevendidos» en un vuelo posterior ese mismo día.
Al equipo reunido al completo no le quedan más que 250km de pampa, entre el Estrecho de Magallanes y el seno Última Esperanza… Pero de esta carretera que transcurre casi en línea recta entre arbustos aborregados, rodeados por cercos de acero con púas, que tan pronto bordea bosques de nothofagus centenarios, atormentados por el viento, como rodea lagunas salpicadas de rosados flamencos, nuestros compañeros no verán nada, transportados por el bus en medio de la oscura noche, hechos ovillos en los asientos intentando recuperarse del largo viaje non-stop.
A las 4 de la mañana, llegan al puerto pesquero de Puerto Natales. El puerto está cerrado por mal tiempo. En él se hacinan las lanchas de pesca artesanal, que tienen prohibido salir a faenar. Los barcos, amarrados los unos a los otros, semejan un tapiz flotante que oscila lentamente a la merced de los remolinos de viento. A nuestras embarcaciones se llega siguiendo una estrecha pasarela de maderas mal dispuestas y atravesando cuatro embarcaciones por las que hay que escalar por las barandas para llegar a la Valparaíso, luego a la Don Arturo y, finalmente, a la Rosita. La última prueba antes del esperado zarpe, pensamos. Todos caen rendidos para descansar por unas horas...
Bernard y Natalia esperan poder convencer a las autoridades portuarias de Puerto Natales para que nos autoricen el zarpe. Pero, antes siquiera que echen mano de su principal argumento, a saber, que la navegación sería en convoy, el capitán de puerto los interrumpe: “¡Conozco sus expediciones! Estuve en la presentación que Natalia hizo en Natales...” Lo que procede es escribir una carta indicando los movimientos de barco y los destinos para que les den luz verde. A las 14h se nos permite el zarpe. ¡Bingo!
Todo encuentran un rincón, algo nada trivial en los espacios reducidos de los barcos de pesca, que no están realmente adaptados a la vida de una expedición científica. Hay que negociar duramente por cada bulto; lo que no es estrictamente indispensable se amontona en el fondo de la bodega. Los del equipo de cine ponen caras largas...
Finalmente, a primera hora de la tarde, soltamos amarras. La mar está picada; el viento sopla con rabia. Pero conocemos nuestros barcos. Nos acompañaron ya en 2016 y 2017 para entrar al Barros Luco.
Ni siquiera perdemos de vista Puerto Natales cuando a bordo de la Don Arturo se empieza a oír un extraña alarma en el puente de mando a la que le sigue la infaltable parada de motor tras un intento de arranque. Lluvia de suposiciones a bordo. Se habla de problemas en el sistema de refrigeración. Pero, luego, parece que es la caja de cambio la que no enfría. La Don Arturo hace puerto en una pequeña bahía llamada Puerto Riquelme. El mecánico cree poder repararla. Los otros dos barcos han seguido avanzando cuando el Don Arturo decide regresar a Puerto Natales.
Pero los males no vienen solos... esto es un no parar...
Por teléfono satelital sabemos que la Valparaíso presenta averías casi idénticas, que Florian intenta reparar. Golpe de suerte... Ahora es el grupo electrógeno el que no funciona... El barco ha pasado el Kirke y busca refugio en una caleta con la Rosita, donde se acuerda que el Don Arturo les lleve los recambios.
El armador ha enviado la camioneta de noche a buscar una pieza de recambio a Punta Arenas. A las 9h de la mañana llega la noticia: la pieza tiene que ser enviada desde Santiago...
Durante la tarde, mientras que navega con la Rosita por el canal Inocentes, la Valparaíso vuelve a presentar problemas de calentamiento, lo que la obliga de nuevo a detenerse. Bernard decide continuar con la Rosita para no retrasar más la instalación de la estación científica en isla Tarlton, situada al lado de Guarello. Los pilotos se turnan sin parar.
Por la noche, parece que la situación de la Valparaíso mejora. Florian, mecánico de formación, ha conseguido hacer un arreglo en la caja de cambio, que patina con el esfuerzo… Lentamente, la embarcación llega a isla Topar, situada en la embocadura del canal Trinidad, que baña por el norte Madre de Dios. Allí se juntará con la Don Arturo, que lleva a bordo las piezas de recambio para poder entrar en el Barros Luco de forma segura…
La pieza de recambio llega a Puerto Natales a las 23h. La tripulación se pone manos a la obra junto al mecánico y al armador. A las 3:30h, tras varios intentos marcha adelante, marcha atrás la embarcación vuelve a estar operacional. Una vez realizada la recarga de combustible, el Don Arturo emprende la marcha el 12 de enero, con dos días de retraso...
El seno Última Esperanza tiene la particularidad de estar unido al mar por dos estrechos pasos. Uno de ellos se llama Kirke. Solo se puede pasar con estoba. Justo antes, hay una amplia extensión que suele recibir violentos y fríos vientos. Sacudida, zarandeada, la Don Arturo choca con las olas. Pero sigue avanzando. Todos buscan un lugar o bien se estiran en los camarotes. Por la noche, la embarcación atraca en una pequeña y adorable bahía para pasar una noche en pleno silencio.
Por su lado, la Rosita llega al puerto de Guarello a las 11:30h, no sin haber sufrido algunos problemas ya que el motor no resiste el ralentí. Eso dificulta las maniobras de arribo. Se da inicio a una nueva sesión de mecánica.
En la base, IMOPAC nos vuelve a acoger con gran hospitalidad: cena, alojamiento, asistencia técnica… todo lo necesario. Pero no llegamos con las manos vacías. Esta vez, somos nosotros los que aprovisionamos la mina de Guarello con productos frescos y piezas de recambio, dado que la última rotación del mineralero se remonta a hace un mes.
Tan pronto ponemos pie en tierra, se lanza la ruidosa operación: Clément se dedica del llenado de las botellas de buceo, Bernard se dedica a las relaciones públicas y al montaje de las zodiacs, el equipo de cine realiza sus preparativos y los científicos se sumergen en sus problemas… No hay tiempo que perder. Para no perder la ventana de buen tiempo, no es posible quedarse dos días en Guarello. Palabra del jefe: no más de media hora.
Son las 14h cuando la Don Arturo y la Valparaíso se encuentran en una caleta de isla Topar. Hace un día espectacular y corre una fría brisa. Cuando el sol brilla en los canales, uno tiene la impresión de estar en otro rincón del planeta.
Intercambio de noticias y material de una lancha a la otra en medio de risas. Nos contamos las últimas peripecias. Pero no hay tiempo que perder. La Valparaíso, tras varias reparaciones de fortuna (dado que las que han traído no son las correctas), remontará el canal Trinidad para refugiarse en el seno Worsley, último puerto natural antes de llegar al océano Pacífico. Al igual que hicimos en 2017, les resultará más sencillo escapar si hace buen tiempo, el lunes o el martes, para llegar al Barros Luco e iniciar, finalmente, su misión: la puesta en marcha y ampliación de la base científica de Centre Terre. Laurence, Sébastien, Sylvain, Florian, Jean-Marc, Jean-Philippe, Georges, estos compañeros del deber, tienen trabajo para rato...
A la Don Arturo le queda un largo camino por delante. Unas diez horas rumbo norte la separan de Puerto Edén, donde reside parte de la Comunidad Kawésqar. El lunes por la mañana, se embarcará en ella Aliro Vargas, uno de los guardaparques del Parque Nacional Bernardo O’Higgins, quien acompañará al equipo del glaciar durante su estadía en el seno Iceberg...
En Guarello, la Rosita leva el ancla a las 9h. Stéphane dirige un equipo que va a instalar una estación científica en Tarlton, la isla vecina. Registrará durante dos meses los datos meteorológicos y la velocidad de erosión de la caliza y las acanaladuras.
Cyrielle, bióloga marina, se sumerge dos veces en los arrecifes de coral de los fiordos colindantes con Clément, bajo la atenta cámara de Yannick.
A 12:30h, Bernard establece contacto con los otros dos equipos. La Don Arturo está a una hora del contacto con la Valparaíso, que tiene que estar operativa lo más rápido posible para no perder la ventana de buen tiempo que se presenta desde hoy hasta el miércoles.
Mañana lunes 14 de enero, será el gran día para los equipos de Madre de Dios. Por el norte, la Valparaíso entrará, finalmente, al seno Barros Luco. En Guarello, se programan nuevas inmersiones y grabación de tomas de las formaciones kársticas, mientras que un equipo ligero emprende el camino a pie desde el seno Soplador hacia el Campamento II de 2010, donde hay una gran concentración de comentas y champiñones de roca que serán instrumentadas. Desde ahí, este equipo continuará a pie su transecto de la isla Madre de Dios y se juntará con el equipo del campamento base del Barros Luco. Una agenda bien apretada…