Después de veinte años de exploración y de siete expediciones sucesivas a las islas calcáreas del archipiélago de la Patagonia chilena, hemos descubierto los Glaciares de Mármol, las mayores cavidades de Sudamérica, nuevas especies de animales, pinturas rupestres desconocidas y vestigios arqueológicos de los primeros habitantes de estas hostiles tierras.
Hemos recorrido el archipiélago de Madre de Dios y el de Diego de Almagro, explorando cada rincón en búsqueda de cuevas y simas. Hemos experimentado la dicha del descubrimiento, de la exploración pura y la satisfacción de poder compartir el fruto de nuestros trabajos con el gran público.
No obstante, por su aislamiento, ¡toda la mitad norte de Madre de Dios se nos ha resistido! En la latitud 50°10 Sur, el seno Barros Luco y su karst inexplorado nos siguen desafiando. En 2006, 2008 y 2010 no pudimos más que acariciar la rivera sur, aprovechando las estrechas ventanas de buen tiempo, cargando nuestros botes a través de la montaña o bien gracias a los porteos en helicóptero de las armadas francesa y chilena.
Pero esa meseta de 150 km² sigue virgen, sin ser explorada: el potencial por descubrir es extraordinario. Por eso volvemos a Patagonia, para enfrentar ese reto. Con la experiencia acumulada durante todas las expediciones, con un equipo que se renueva y rejuvenece constantemente, sí, ¡volvemos! Estaremos allí a principios del 2017 para cumplir con cuatro objetivos: descubrir, comprender, compartir, proteger.
Un equipo muy experimentado
Antes de partir, todo el equipo debe resolver dos aspectos: definir los objetivos y dotarse de los medios para alcanzarlos. Para ello se parte de la base de un equipo franco-chileno muy sólido, cuyo núcleo duro conoce la región desde hace 20 años. Su principal punto fuerte son las experiencias en común en entornos extremos, las múltiples competencias y una gran motivación.
Los objetivos
Están claros: pese a las cuatro expediciones sucesivas de Centre Terre a Madre de Dios, más de la mitad de la isla sigue casi sin haber sido inexplorada. Se trata de la parte norte, delimitada al sur por el seno Barros Luco y, al norte, por el canal Trinidad. Son en total más de 200 km2 casi desconocidos, a excepción de algunas incursiones muy ocasionales, principalmente costeras. Lo que ha preservado la virginidad de esta vasta extensión es su inaccesibilidad. Por mar, la aproximación depende de un océano imprevisible. Por tierra, las distancias son demasiado grandes desde el único lugar habitado, la base minera de la isla de Guarello. De modo que no queda más remedio que forzar el paso por mar, que nos dejen en la ribera norte del Barros Luco (única zona un poco protegida) y construir una base científica que será nuestro lugar de vida protegido del hostil clima de esta región del globo, cuyas principales características son sus constantes y violentos vientos y la incesante lluvia.
Medios
Reunir los recursos para alcanzar los objetivos fijados es la parte más difícil. Esto medios son de dos tipos: 1) económicos, con el fin de cumplir con el presupuesto, cosa imposible solo con las contribuciones de los participantes, dados los gastos asociados a una expedición de tal envergadura; 2) logísticos, con el objetivo de conseguir los materiales, los recursos humanos y técnicos indispensables para alcanzar la meta fijada. Es una labor de largo aliento que se viene acometiendo tanto desde Francia como desde Chile desde otoño del 2015 y que apunta a resolver todos los problemas asociados a este ambicioso proyecto.